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Semana laboral de 40 horas: entre el mito de la productividad y la realidad del bienestar
El debate sobre la reducción de la jornada laboral en México enfrenta posturas encontradas. Mientras algunos alertan sobre riesgos para la competitividad, la evidencia internacional y local apunta a beneficios para la salud, la productividad y la sostenibilidad empresarial.

La reducción de la jornada laboral a 40 horas no es una ocurrencia reciente. México firmó el convenio de la OIT sobre este tema en 1935, pero casi un siglo después, sigue pendiente de implementarse. Países vecinos como Colombia, Chile y Ecuador ya operan con semanas más cortas y no han visto comprometida su competitividad. De hecho, en México algunas empresas han adoptado voluntariamente este modelo sin perder productividad.
Los beneficios para la salud son contundentes. La OMS y la OIT estiman que las largas jornadas están relacionadas con 745,000 muertes anuales en el mundo por enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares. Reducir horas de trabajo puede ayudar a prevenir estas cifras y, al mismo tiempo, reducir los costos que las enfermedades crónicas generan tanto al sector público como a las empresas.
Experimentos internacionales han mostrado que jornadas reducidas, acompañadas de una estrategia integral, generan más productividad y satisfacción laboral. En Reino Unido, más de la mitad de las empresas que probaron la semana de 4 días decidieron mantenerla. En Islandia, la experiencia llevó a que el 86% de la fuerza laboral trabajara menos horas con el mismo sueldo. México podría replicar estos beneficios si el cambio se implementa con gradualidad y políticas de apoyo a empresas y trabajadores.