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“Modo desempeño permanente”: nueva trampa laboral del siglo XXI

La obsesión por la productividad ha creado un entorno donde rendir más ya no siempre significa avanzar. Expertos advierten que vivir en modo de desempeño constante puede erosionar la salud mental, la capacidad de aprender y el bienestar laboral.

Según la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo, el 90% de los empleados utiliza tecnología digital en su jornada, y casi la mitad reporta impactos negativos en su ritmo, carga laboral y sensación de soledad. La automatización y los algoritmos de productividad han instalado un modelo de “alta exigencia y baja recuperación”: trabajar más, pero sin tiempo para pensar, aprender o descansar.

El problema no es la tecnología en sí, sino la forma en que las organizaciones la adoptan. Cuando todo se mide en alertas, correos y métricas, se pierde el equilibrio entre modo desempeño (ejecución) y modo crecimiento (reflexión, aprendizaje y desarrollo). El resultado es un ciclo de agotamiento cognitivo, rigidez mental y pérdida de sentido del trabajo.

Los entornos que operan bajo exigencia permanente son terreno fértil para el burnout. La identidad profesional se reduce al rendimiento, y las pausas o errores se perciben como amenazas. En ese contexto, los programas de bienestar tradicionales —centrados en charlas o pausas activas— resultan insuficientes ante un problema estructural: la falta de recuperación mental.

Equilibrar desempeño y crecimiento es clave para una salud organizacional sostenible. La productividad humana necesita espacios de pausa, propósito y reconexión.